domingo, 17 de octubre de 2010

Hay días que cuando te despiertas sabes que vas a acabar en el blog.

Estáis super pesados con la fobia a crecer. Y nadie crece aquí.

Al fin y al cabo crecemos. O no crecemos. No sé. Hay días que pienso que crecemos cuando dejamos de tomar colacao como rutina, para desayunar o merendar, o en los bares. Y lo tomamos, a veces, por necesidad. Porque en casa no siempre hay chocolate o helado pero siempre hay colacao o nesquik (el nesquik es más dulce), porque mamá se niega a asumir que ya hemos crecido y, muchas noches, la necesidad de algo dulce nos lleva al colacao. Entonces nos damos cuenta de que nos estamos haciendo mayores. Y en los bares pedimos cerveza. Dejamos de desayunar colacao y aprendemos a usar la cafetera. Crecemos mucho más aún cuando dejamos de tomar café con azúcar o sacarina. Somos realmente fuertes y mayores cuando somos capaces de beber café sólo y amargo sin que se nos tuerza la boca. Y, posiblemente, para entonces, el olor a café no nos sepa a examen, a septiembre, a madrugada, sino que nos sabrá a domingo y fotos en blanco y negro. Y nos habremos vuelto un poco melancólicos, viejos, bohemios y, a veces, poetas.Aprendemos a manejar el despertador y desarrollamos una facilidad inexplicable a la hora de inventar insultos y aprendernos de memoria el árbol genealógico de todas las señoritas que se encargan de arreglar el papeleo oficial. Empezamos a recibir llamadas de telefónica o nos paran los de la cruz roja creyendo que, siendo mayores, nos volvemos buenos. (ingenuos). Crecemos cuando empezamos a escuchar grupos que nadie conoce o a escribir en folios sin marquillas, sin torcenos y con cualquier boli. De niños, somos escrupolosos y sólo usamos tintagel o bolisextrañosqueseborran. Ahora ya da igual, porque nos hemos vuelto tan absurdos que no nos importan las palabras (por bonitas o esperanzadoras que sean). Nos hacemos mayores hasta el punto de no reírnos de aquellos que dicen que la luna está más cerca que cualquier ciudad porque podemos verla. Porque, la mayoría de las veces, pensamos que es verdad. Y sí, al crecer, vuelven a gustarnos las canciones infantiles, las peliculas Disney y lo putas que son las princesas engatusando a los príncipes y comiéndole la cabeza a las niñas. Al crecer nos gusta Aute, Gardel, Cecilia o Violeta Parra y no nos da vergüenza. Crecemos porque ya nadie lee a Vallejo, a Nabokov, a Rilke, a Chéjov; porque ya nadie pisa los museos para pensar y ya no hay películas de Truffault, Renoir o Moreau en la tele.

Crecemos, sabemos que crecemos porque hemos visto a Los piratas y a Héroes del Silencio separarse. Hemos visto ganar a Ferrero y a Nadal llegar a ser el número 1; a Raúl debutar y jubilarse. Sabemos que crecemos porque guardamos monedas de pesetas de recuerdo y porque los protagonistas de Los serrano o Cuéntame ya son mayores de edad...


En realidad, es todo mentira.
No crecemos de verdad hasta que, un minuto antes de morir, nos damos cuenta de que hemos pasado toda una vida equivocándonos y nos queda mucho por hacer. Sólo ahí, crecemos. Ahora, no dejaréis nunca de ser niños y Nunca Jamás no existe pero existe algo peor: el planeta Tierra.

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