domingo, 7 de noviembre de 2010

Para que un día te de por decidir que nos vamos. Que vamos a volar muy alto para luego precipitarse. Vamos a correr hasta un sitio seguro, como dos locos que no saben donde van ni por qué. Y vamos a dejarnos caer donde el sol no sepa encontrarnos. Para usar cualquier cosa como almohada. Para besarnos. Besarnos sin saber por qué. Que todo está mal, que deberíamos estar bebiendo café, comiendo palmeras de chocolate y haciendo deberes. Pero cállate ya. Y besarnos. Nos ha dado por ser diferentes, por jugar a juegos prohibidos que parecen difíciles. Son fáciles, en realidad. Por eso cierras los ojos y no ves que es el sitio más sucio de toda la ciudad. Que estamos convirtiendolo en testigo de miedos, de arrepentimientos. Y que puede que llegado hoy hayas olvidado la manera de controlar la respiración para fingir que todo va bien pero era perfecta. La forma de abrir y cerrar la boca. De rozarme los labios y acercarte a mí / acercarme a ti. Besarme despacio un rato y luego no controlar los mordiscos y la forma de rozar cada milímetro de mi piel con la punta de los dedos. Acabar aumentando el número de latidos por segundo, el numero de respiraciones por minuto. Afixiarnos, ahogarnos y tragar aire. Tragar saliva. Acercarse y separarse alternando pensamientos, que lo bueno y lo malo siempre es intermitente y que, a veces, aparece la razón y nos deja a medias. Pero se va y try again vuelta a empezar. Que seguimos desarrollando un perfecto control de botones y cremalleras. Una manera perfecta de desabrochar cinturones y resbalarnos debajo de la ropa. Esconder todos los miedos debajo de tus pantalones, en las costuras de los bolsillos, en la piel suave debajo de una camiseta. Retarnos. Mirarnos y cerrar los ojos que vamos a darnos un golpe fuerte contra la realidad y en el césped no se está mal. Desarrollar la capacidad de rozarnos controlando cada persona, cada vehículo o cada animal que pasa a una distancia relativamente cerca. Estamos por encima, estamos volando y no nos ven. Nos hemos vuelto invisibles (además de idiotas y desconfiados) y vamos a calcular que más de diez besos son el último beso pero nunca es suficiente. Y sabes todos los puntos débiles. Sabes la manera exacta en la que tienes que mirarme para que me queje y pedirme perdón en el punto exacto del cuello en el que me vuelvo adolescente. O sabías, al menos. Para volver a casa (/a clase), para volver a ser personas normales y que nadie sepa qué ha pasado. Que solo queden restos en las rodillas de los vaqueros. Y nosotros seamos inmunes a todo. Desconocidos. Amigos. Sí, eso, sólo amigos. Idiotas que no creen en el amor así. Idiotas que saben que esto no va a ningún lado, que no somos nada ni nadie. Pero me equivocaría otra vez.

Para despertarme un domingo y que todo retumbe en mi cabeza. Que somos amigos. Que los amigos están cuando los necesitas. Que en mi cama hace frío. Sal del baño y ven aquí. Que no dejes de abrazarme. Que te juro que mañana vamos a olvidarnos de todo, que nada tiene sentido pero ahora quédate aquí, que solo es una noche más y siempre nos arrepentimos de las cosas que no hacemos y no quiero arrepentirme de nada que la conciencia me quita el sueño y la asistencia a clase es obligatoria, amor.

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